Al momento de las Buenas Noches, Sonia Castro le da un beso amoroso a su hija. Luego le dice: “Te quiero mucho, Ro. Eres mi gran maestra, ni siquiera me imagino todo lo que me queda por aprender de ti. Nos vemos mañana”.
Luego se retira a descansar, algo que solo puede hacer desde hace pocos años. Tener una hija con discapacidad es una tarea ardua. Te hace crecer, o te hunde. Sonia eligió crecer.
Madre e hija frente al mundo
Sonia Castro y su hija Rocío son dos chicas extremadamente valientes, como las princesas guerreras de los cuentos. Nada se les ha dado fácil y por eso son así: luchadoras y maravillosas; fuertes y felices.
Las dos han sido compañeras y cómplices en una aventura extraordinaria que comenzó hace 16 años y que ahora está cambiando el mundo.
Cada una, a su modo, ha librado cientos de batallas. Ambas han ganado las más importantes y han sabido sobreponerse a las derrotas. Así son ellas, obstinadas y atrevidas.
Si no lo fueran, Rocío habría sucumbido a la parálisis cerebral severa que carga consigo desde que nació. Y Sonia no sería la gran profesional, la gran madre y la gran mujer que es hoy.
Parálisis cerebral, un tiempo de dolor
Como toda gran historia, la de Sonia y Ro comienza con unos hechos insólitos que lo cambiaron todo. La niña nació prematura. Sonia apenas completaba 32 meses de gestación y una infección intrauterina precipitó el parto.
La beba estuvo otras cuatro semanas en la unidad neonatal y durante ese lapso el médico les dio la mala noticia: Rocío padecía de una parálisis cerebral severa. Lo más probable es que nunca lograra caminar, ni tampoco hablar.
Vino una etapa de profundo sufrimiento. Sonia, que nunca había tenido nada que ver con discapacidades, sintió que era el fin. Le parecía que a la pequeña Ro solamente le esperaba un futuro lleno de experiencias horribles.
Rocío siempre parecía feliz. Era una niña sonriente y apacible, que terminó dándoles las fuerzas que a ella tanto le faltaba.
Opciones para seguir adelante
Algo había que hacer y lo que ofrecía la medicina era un tratamiento multidisciplinario. Por la casa desfilaban fisioterapeutas, kinesiólogos y otros especialistas. Esa fue una época difícil para Ro, que no hacía más que llorar cuando le hacían sus terapias. No las toleraba. La niña sonriente y feliz se estaba convirtiendo en una pequeña agobiada por el dolor.
Algo dentro de Sonia se negaba a aceptar que esa fuera la única alternativa que le quedaba a su hija. Fue entonces cuando comenzó a buscar. No sabía qué exactamente, pero exploraba aquí y allá. La intuición la llevó a ver videoblogs en inglés. También en ese entonces comenzó a escribir su blog “Mamá terapeuta”. Lo hacía de forma anónima y, en principio, solo para desahogarse.
Y como el cielo guía a los valientes, un día se produjo el milagro. Sonia encontró el testimonio de una madre estadounidense que exponía los avances de su hijo con parálisis cerebral. Esa evolución había sido posible gracias a una nueva terapia llamada ABR (Rehabilitación Biomecánica Avanzada).
El método, inventado por un matemático ruso llamado Leonid Blyum, estaba siendo implementado en varias partes del mundo, con gran éxito. Ahí fue cuando Sonia supo que, después de todo, sí había una luz al final del túnel.
El estudio de Sonia para ayudar a Rocío
Después de una investigación minuciosa y de una afortunada cadena a de coincidencias, Sonia fue a Argentina para aprender el método ABR. Es una terapia que cualquier persona puede aplicar en el hogar. Se basa en tres horas diarias de masajes, aplicados de forma precisa en puntos específicos.
Llegó el momento de tomar la decisión Sonia no estaba dispuesta a dar un paso atrás. Había logrado acariciar una esperanza y no iba a dejarla ir sin probar sus alcances.
Así que en contra del consejo médico, comenzó a aplicar el ABR en Ro y muy pronto supieron que no se habían equivocado. Rocío comenzó a mostrar avances rápidos y visibles. Se había abierto una puerta, que ya no se cerraría.
Ayudar con solidaridad y brindar esperanza a otros padres
Desde entonces, Sonia Castro se convirtió en un faro para otros padres. Muchos veían a través de su blog cómo Rocío desplegaba sus alas. Sonia logró popularizar el concepto y el método ABR en Chile y en otros países hispanohablantes.
Durante todo ese tiempo ella también hizo un magister en Letras en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Logró convertir su blog “Mamá Terapeuta” en un auténtico referente sobre el tema. También publicó un libro, fundó el programa “Plazas para todos” y creó el Minor “Discapacidad e Inclusión”, en la Universidad de los Andes. También fue finalista del premio “Mujer Impacta” 2017 y 2018.
Hoy por hoy, Rocío va a una escuela de artes para niños con limitaciones. Sus avances han sido enormes. Sobre todo, ha seguido siendo la niña feliz que con su sonrisa hace sonreír al mundo. Ella, mejor que nadie, sabe que Borges tenía razón cuando dijo: “Entre las cosas hay una / De la que no se arrepiente / Nadie en la tierra. Esa cosa / Es haber sido valiente”.